Ha pasado la primera semana desde que volvimos a casa después de las navidades y estoy contenta porque, de momento, el 2011 nos está tratando muy bien. El regreso a la rutina siempre me cuesta un poco: echar de menos a la familia y amigos con quienes he estado, volver a encajar horarios, la nevera vacía y montañas de ropa por lavar… Pero también hay una parte que me gusta, especialmente si los días se presentan tan dulces como han sido estos.
Empezamos el lunes con visitas de seguimiento médico a Martina: rehabilitadora y fisioterapeuta. Las dos han visto muchos avances en el desarrollo motor de nuestra niña, que cada vez está más cerca de conseguir caminar sola. Mientras tanto utiliza su andador, girando y frenando con una soltura que no podíamos ni imaginar hace unos meses.
Como los tobillos se le siguen doblando mucho y cada vez quiere estar más tiempo de pie le van a poner unas pequeñas férulas ortopédicas que eviten cualquier deformación de la articulación y del resto del cuerpo. Todo se apoya ahí y es importante que desde el principio evitemos las malas posturas. No sabemos cuánto tiempo tendrá que llevarlas pero esperamos que siga evolucionando tan bien como hasta ahora y que sea una medida temporal. Lo importante en este momento es que se adapte bien a ellas y que le ayuden a sentirse más segura sobre sus piececitos.
Más cosas.
Aunque con el tema «ir a la piscina» todavía no he conseguido arrancar sí estoy cumpliendo con otro de mis buenos propósitos para este año: dedicarme más y mejor a aprender euskera. No he faltado a clase ni un solo día… y siempre con los deberes hechos!
El viernes costaba meterse en la escuela, la verdad, porque hacía un día precioso y templado. Pero conseguí vencer la tentación y entré en clase. Así la dejé cuando terminamos, bañada por el sol del mediodía.
Y luego sí, premio! Un vistazo al mar para recargar pilas y paseo por Donosti antes de volver a casa. Cada vez me gusta más esta ciudad.
El fin de semana también ha sido especial. Vinieron a visitarnos nuestras amigas U. y E. con su hijo de dos años. Hace pocos meses que han vuelto a sus raíces después de pasar una larga temporada viviendo en Barcelona, donde nos conocimos hace ya bastante tiempo. Ahora volvemos a encontrarnos y podemos vernos otra vez más seguido en un contexto tan diferente… Somos mamás y estamos instaladas en pueblos pequeños. El de ellas -precioso- aún más chiquitín que el nuestro!
Martina y H. se entendieron muy bien y jugaron a gusto todo el día, daba gusto verles.
Quería explicar más cosas pero este post ya se está haciendo demasiado largo. Quizás mañana vuelva con una segunda parte.
Que tengais un buen comienzo de semana!